Operación retorno. Los fusilados de Peralta. La vuelta a casa (1936 – 1978)
Dos nuevos asesinados el día 1
El primero de septiembre se llevaron a matar en Caparroso a José Legaz Castillo y a Valentín Vidondo Itúrbide.
José Legaz Castillo, Legaz, de 53 años de edad, casado con dos hijos, Fidel y Felisa. Jornalero de ideas socialistas. Según opiniones de personas que le conocieron, era un hombre muy formal, serio en su comportamiento y amable en el trato. Su hija Felisa estaba sirviendo en casa del párroco, y al enterarse de que su padre estaba amenazado le pidió al párroco que interviniese por su padre, con esta respuesta: «Yo no puedo hacer nada, ya veré». Días más tarde fusilaron a su padre. Era primo carnal de José Legaz, el paralítico asesinado el día 19 de agosto en Caparroso.
Valentín Vidondo Itúrbide, Curro, de 50 años de edad, casado con Josefa Osés, tenía dos hijos, Ángel y Ana Mari, la cual solamente contaba dos años, y su tercer hijo Valentín todavía no había nacido. La primera vez que fueron a por él se les escapó escondiéndose en casa de un buen amigo. Al no encontrarle llevaron a la cárcel a su esposa, que estaba encinta, por lo que Valentín se presentó para salvarla.
El amigo era Aniano Osés, a quien dijo: «Con quien vaya a matarme te mandaré mi reloj», y así lo hizo junto con una nota para su esposa que decía así: «No sé que suerte será la mía. Sólo me tranquiliza pensar que a nadie hice daño y así me lo corresponderán. Si por error de la Justicia ocurriera lo contrario, quereos mucho y ayudaros todos mucho. Besos y abrazos para todos. Valentín». Entre los que se lo llevaron a matar había un vecino, miembro de la «Cuadrilla del Águila Negra», que llevaba unas gafas negras, pero Valentín le reconoció enseguida. También estaba el novio de una sobrina carnal (las madres y los padres eran hermanos). Siempre se conoció el autor, si bien Aniano no quiso decirles su nombre para no hacerles sufrir más.
Valentín y sus hermanos eran republicanos. Luchó a una con ellos por un reparto más justo de los comunales, por la justicia social, éste era su ideal más firme. Labrador medio, no tuvo impedimento en unirse a los jornaleros pidiendo más justicia y el reparto comunal.
Fueron llevados a Caparroso donde serían asesinados. Ángel, el hijo mayor, se hizo salesiano. Vio sufrir a su madre y desde niño supo de su padre, y cómo le habían matado. Él presidió la misa funeral por los asesinados del 36 y suya fue la homilía. En toda la vida salesiana dio la cara y defendió la causa de aquellos hombres.
Fue la primera homilía que se dijo por boca de un hijo de fusilado. Hasta ese día se habían dicho muchas verdades, pero las que Ángel expuso fueron de gran regocijo entre tantos y tantos familiares que hasta entonces nunca pudieron decir las cosas cual eran. Ángel no se escondió y mucho menos se avergonzó de hablar como lo hizo.
Asesinan a Balbino Bados, maestro de Peralta
Balbino Bados García, de 29 años de edad, natural de San Martín de Améscoa, es asesinado el 1 de septiembre. Estaba casado con Carmen Astiz y tenían un hijo, Balbino, que fuera Presidente de Diputación en 1978.
Fue maestro varios años en San Martín y posteriormente fue trasladado a Peralta, donde era maestro cuando estalló el golpe militar. Balbino era hombre muy culto, de grandes virtudes humanas e inquietudes culturales y humanistas, era socialista. Saez Morilla fue su maestro en el socialismo. Para Balbino su socialismo consistía en ayudar a los más pobres y desprotegidos de la sociedad, e interesarse por aquellos que no sabían leer ni escribir. A estos les enseñaba en sus horas libres gratuitamente para que dejaran de ser analfabetos con lo que un día podrían aprender más fácilmente a defenderse de las injusticias que con ellos se cometían y darles la oportunidad de recibir una mayor educación.
Esto, no le convencía a la oligarquía, grandes patronos y terratenientes, por lo que por uno u otro lado ponían cortapisas a cuanto se intentaba hacer por potenciar la cultura, como hicieron con las escuelas de Peralta como vimos.
Cuando la República, nombraron una gestora en San Martín donde ejercía de maestro, y aunque no le nombraron alcalde, ejerció las veces de alcalde en cualquier cosa que se hacía. A uno de los nombrados le hicieron dimitir ya que había una orden de que si había algún representante de alguna asociación obrera sería de la comisión. Al hacer la primera Gestora del Ayuntamiento, certificaron que no había organizaciones obreras sindicales, pero Balbino reclamó que sí la había. Él mismo había fundado la UGT, y nombraron a uno. Hay copia de esos documentos. La derecha no se lo perdonó y llegado el Movimiento se vengaron.
Cuando estalló la guerra estaba en Abaurrea Alta, por motivos de salud, padecía de bronquios. De allí marchó a Francia, pero la mujer le hizo volver a San Martín. Nada más llegar le cogieron. «Ya le habían avisado: No te arrimes por aquí». Y en cuanto llegó a Estella comenzaron a sonar los teléfonos comunicando su llegada. Hubo un chivatazo en Zudaire.
Llegó Balbino a casa y en la puerta su padre le dijo: «Pero hijo mío, ¿qué has hecho?». Inmediatamente la casa fue rodeada por falanges y requetés, lo cogieron y lo llevaron a Eulate, donde lo tuvieron en la cárcel con otros dos más. El párroco le dijo a la familia que estuvieran tranquilos, que nada le iba a pasar.
Al día siguiente los sacaron de la cárcel y los llevaron a la boca de la sima de Urbasa. Cuando pasaba por la calle gritaba desesperado: «Adiós esposa mía querida, adiós hijo…». Los vecinos comentarían que la escena había sido desgarradora. Todo el pueblo estaba asustado.
En la boca de la sima le fue a matar un primo suyo y Balbino le dijo: «Tú vas a matarme», a lo que respondió: «No te mato yo, te mata la Justicia». Le dio un tiro en la sien y cayó a la sima.
Se decía que a las 12 del mediodía, cuando los rayos del sol caían sobre la boca de la sima, se le veía, y su padre mandó a un amigo íntimo de la familia, que se bajase con una cuerda y lo echase más abajo. Traerle al cementerio hubiera sido imposible, pues el terror reinante lo impedía.
Sobre la boca de la sima de la noche a la mañana, de forma anónima, poco antes de hacer los funerales en 1978, colocaron una plancha de hormigón, por lo que fue imposible recoger los restos de los que allí fueron arrojados.
Represión a varios maestros que ejercían en Peralta
El 24 de agosto, firmado por el párroco Tomás Biurrun, por Bernardo García, alférez de la guardia civil y por el alcalde José Busto Orduña, envían al Presidente de la Junta de Educación de Navarra un informe «sobre la conducta y actuación Profesional» de los maestros de Peralta: Eusebio Ortega Laorden; Balbino Bados García; Francisco Ibarra Aranguren; Sixto Leza Aranguren; Juan Otano Liberal; Felisa Arbizu Martínez; Eloisa Osete Cabello; Valentina Orue Rubio; Antonia Manzano Pérez y Romualda Migueliz Velaz.
Como muestra de la catadura moral de esta gentuza, reproducimos el informe sobre Balbino Bados.
«Don Balbino Bados García. A todas luces indeseable como Maestro. En su escuela se encontraron libros de matiz pronunciadamente revolucionarios y en su domicilio particular otros pornográficos. Siempre ha militado en las filas de extrema izquierda, sin prácticas religiosas, fuera del bautizo de su hijo. Amigo de todo el Frente Popular de Peralta y de los propagandistas de fuera. Afiliado a los Trabajadores de la Enseñanza, lector de la prensa de izquierdas, es una personalidad destacada entre los que han de recibir sanción para quitarlo de las escuelas de Navarra. Era director del cuadro Artístico en que los Socialistas representaban producciones francamente perturbadoras en el Orden Social, religioso y moral. Ni tan siquiera creemos adoptara esa actitud por medro personal o profesional, sino por sus propias convicciones a las que ha servido en todo momento».
Balbino Bados, su esposa e hijo no estaban en Peralta, por lo que entraron en su casa y la registraron sin estar ellos.
En cuanto a los libros «pornográficos», eran libros de ciencia y educación para los niños, historia, y de información socialista. Qué otra cosa se podía esperar de lumbreras como los firmantes.
Veamos detalles de otras denuncias:
«Maestro de Peralta recientemente nombrado, se llama Gabari, es de Murillo el Fruto, francamente izquierdista que debe ser sustituido.
Pamplona, 15 de septiembre de 1936, firma J. Amirez».
Quien le denunció era de Murillo el Fruto. De sus mismos pueblos se preocupan en denunciarles para que sean destituidos de sus puestos de trabajo.
También fueron destituidos de sus puestos Sixto Leza y Salvadora Frago. Juan Otano y Antonia Manzano fueron trasladados de escuelas por simpatizar con la izquierda, y Valentina Orúe, Rumualda Miguéliz y Francisco Ibarra fueron sancionados.
A Valentina Orúe, muchos la recordaremos como doña Valen. Muchos de nosotros la tuvimos como maestra en Peralta.
También en Peralta había otra maestra, Maribel, no recuerdo su apellido, pero en la guerra huyó. Era muy amiga de Beatriz Resano, La Morica.
Otros muchos maestros fueron asesinados en Navarra.
Persecución y muerte a personas de Peralta aun no viviendo ya en el pueblo
El día 6 de septiembre cuatro jóvenes naturales de Peralta, residentes en San Adrián y Calahorra, fueron sacados de sus casas: Aurelio, Emilio y Vicente Pérez Pellejero, y Gregorio Toledo Maestre. Los asesinaron junto con 18 personas más. Fueron a por ellos gente de Peralta.
Emilio Pérez Pellejero, Pellejero, hijo de José y María. Justamente había cumplido 17 años, fue el más joven de los que asesinaron de Peralta y el más pequeño de los hermanos.
Lo llevaron a la Barranca (Logroño) y allí fue asesinado entre varias decenas de hombres y mujeres.
Aurelio Pérez Pellejero, Pellejero, era el mayor, tenía 26 años, nacido en Peralta, residía entonces en Calahorra, soltero hijo de José y María de Peralta. Aurelio joven, formal de una gran honradez, trabajador, con una gran amabilidad en su trato con los demás, amante de la familia como lo fueron los seis hermanos, a tres de los cuales asesinaron. Era de la CNT, preocupado por la situación económica y social luchó por conseguir para los más necesitados, por unos jornales más justos tanto entre los campesinos, como entre los demás jornaleros.
Lo trajeron hasta Peralta con 19 personas más de Calahorra, entre ellos Gregorio Toledo Maestre, cuñado de la señora Juana, la Toleda. Fueron asesinados el día 6 de septiembre de 1936 en la carretera de Andosilla, entre el Raso y el cementerio de Peralta.
Al haber sido conducidos junto con el resto de Calahorra, que se sabía que estaban enterrados en Peralta, se creía que Aurelio y Emilio también lo estaban. Pero en el Raso en lugar de sacar los restos de 20 personas sacamos los de 19. Extrañados, se miró a uno y otro lado de la fosa común, pero no salió el que faltaba. Meses más tarde conoceríamos que Emilio no llegó a Peralta.
José, el hermano que vive en San Adrián, supo que Emilio había muerto en la Barranca a partir de «Operación Retorno». Como ya he comentado se movilizó también La Rioja y se levantó un gran monumento en Lardero en memoria de los más de 2.000 asesinados en la Barranca. Desde que se trajeron los restos, José, nunca dejó de venir el día de Todos los Santos para colocar un ramo de flores en el panteón.
Vicente Pérez Pellejero, Pellejero, cumplió los 22 años en el Fuerte de San Cristóbal.
Los tres hermanos eran muy apreciados dentro de Peralta. No tenían padre y eran 6 hermanos en total, 4 hermanos y 2 hermanas. Ellos seguían vinculados a Peralta estrechamente, venían en cuanto les era posible a casa de sus tíos Bruno y Juana.
Gregorio Toledo Maestre, Toledo, de 19 años de edad, cuñado de Juana, la Toleda. Solamente conozco de él que era un joven muy buena persona, que trabajaba de peluquero y era de UGT. Si ahora hubiesen vivido Juana o Conce, su hija me hubiesen dado más datos.
Junto a Gregorio y Aurelio había 3 mujeres y un crío de 14 años. ¿Qué males habría cometido? Una de las mujeres era maestra, la habían violado y venía desnuda. Cuando le vieron así, Vicente Villafranca se quitó la chaqueta cubriéndola, y después les enterraron a todos. Pedro Zapater fue testigo de aquel hecho y nos lo contó al sacar los restos. Vicente ya había muerto.
Cuando fuimos a recogerlos nos juntamos numerosas personas de Peralta, San Adrián y Calahorra. Muchos de nosotros éramos familiares y amigos de aquellos hombres y mujeres, otros vinieron a echar una mano aunque no tuvieran a nadie y los menos por curiosidad.
Nos costó encontrarlos, hacía muchos años que había sucedido y las piezas habían cambiado un tanto, pero tuvimos la suerte de que Pedro Zapater, que aún vivía, viniese al segundo día voluntariamente y nos ayudó a encontrarlos y a exhumar sus restos.
Manuel toledo maestre vivió como un topo
Esposo de Juana Araiz, Toleda, era hermano de Gregorio Toledo. Trabajaba de jornalero y era socialista, motivo más que suficiente para querer liquidarlo. Habían ido a por él para matarle nada más comenzada la contienda, pero escondiéndose dentro de la misma casa no lograron encontrarle. Alguno de sus perseguidores estuvo muchas veces a tan solo unos metros de él, pero no lo vieron. Entre quienes le fueron a buscar una y otra vez estaba un sacerdote de Peralta, aquel que ejercía con los pistolones encima.
Cuando el cerco se hacía cada vez más peligroso ya que iban ordinariamente en su busca a cualquier hora del día y de la noche. Manuel estaba escondido en una cueva en la misma casa, tapada con un armario. Vivía entonces en el Barrio Alto o Cuatro Esquinas. Cambiaron pues de domicilio ante el peligro que estaba suponiendo seguir allí, a otra casica muy cerca en Alto y Poyo.
En la mudanza se vistió de mujer, y salió con un colchón en la cabeza. En la nueva casa había un alborin (oquedad en una pared maestra o en una cueva, en lo alto de la estancia, que se cubría con muebles, cortinas o leña) y en él se escondía cuando se oteaba el peligro. La más pequeña de los cuatro hijos, Paca, era discapacitada, tenía entonces 3 años y su padre estuvo escondido los tres años de la guerra. Cuando venían a buscarle o, preguntar por él a casa, para avisarles de que venían, llamaba a su madre tía: «que quieren hablar contigo tía». Y así pasó toda la guerra, mas el pobre varios meses después, murió a consecuencia de la falta de oxígeno, de los sobresaltos continuos, por la inactividad.
El día 5 escribe Blas a María con emoción e ilusión
«Tafalla 5 de septiembre de 1936.
Querida esposa e hijos […] he recibido la tuya lo que me sirvió de mucha alegría pues el domingo te espero pero tienes que venir para las diez de la mañana pues son las horas de visita […] así que traes el hijo que quiero verlo […] No puedes figurarte el rato de alegría que yo he tenido […] pues he recibido los retratos de los hijos, a los que he besado sin cesar ya que no te puedo besar a tí, así que de los 45 días de cautiverio que llevo, éste es el día más feliz, pues hemos tenido días muy tristes, quizás te lo pueda contar algún día […] creo que mañana viene la Jesusa, hoy la esperaba el Apache y no ha venido pues ahora dan visita a todos, así que te espero pues dices que igual no podemos hablar […] los momentos de espera se hacen horas […] son momentos de enamorados y algo más así que veremos el aliento que dices te ha dado Dios, a ver si te lo da para presentarte ante mi vista, con la cara alegre y el melón espabilado. Pili ya le darás ánimo para que sea fuerte la María […] ánimo para vivir María, hasta que vengas que te espero
Blas»
La alegría se desvaneció para ambos, pues María fue a verle pero no se lo permitieron. Justo dos días después de haberle escrito, les suspendieron las visitas. Su estancia en la cárcel hacía ya eterna y si bien intentan con sus cartas tranquilizar a la familia, ellos se ve claramente que no lo están.
El día 10 de septiembre vuelve a escribir mi tío y en ella sigue preocupándose por el campo que imagina habrán trillado. Mi tío aún recibió el pan, y las peras que le había mandado mi abuela, pero el sastre sigue exactamente como al principio y mi tío dice a mi abuela:
«[…] Me figuro habrán trillado, si no, le dicen a Juanito que cuando pueda me trille y le da muchos recuerdos […]
José Orduña»
De parte del sastre le diga a la tía Julia que aquí no ha venido nada de lo que le mandaba y le da muchos recuerdos […]
¡Qué infelices! Este Juanito era hermano de Jesús, a quien acudió mi abuela pidiendo hiciesen algo por los que estaban en la cárcel y le contestó negativamente «porque era de los del puño en alto y aún le sobraba una hija en casa».
La situación sigue igual en la cárcel, como se comprueba en otras cartas.
Ya hemos visto que Vicente Pellejero estaba preso el día 11 de septiembre en el Fuerte San Cristóbal, con Roque Burdaspar, Guarra, y algún otro.
El día 19 de agosto escribía a sus tíos Bruno y Juana, que vivían en Peralta. Bruno era hermano de la madre:
«Castillo de San Cristóbal
Pamplona, día 19 de agosto de 1936
Queridos tíos Bruno y Juana y demás familia, me alegraré que al recibo de estas cuatro letras se encuentren bien. Yo hasta la fecha bien.
Tío el día 16 de este mes recibí una tarjeta de Calahorra de mi madre en la que me dice que lo que necesitara que, Uds me lo podrían servir, pues bien sea como sea tío haga Ud el favor de mandarme lo que le pida, es esto:
1. jersey, 2. 2 camisas, 3. 4 camisetas de verano, 4. unas alpargatas, 5. papel para escribir, 6. calcetines y jabón y algo de dinero si es que puede tío, no se asiste por lo que pido, pues me hace falta todo y dígaselo a mi madre que ella le dará casi todo y si no le lleve mi carta para que la lea y vea que estoy bien.
Tío, cando venga la recadista a Pamplona ella me lo puede traer todo lo que pueda para mí. Tío tráigame alpargatas o los zapatos de mi casa todo en la maleta, pongan jabón.
Tío aquí está Roque, Guarra, el hermano de la muda, está bien, dice que le manden algo de dinero.
Tío, ya me escribirá lo antes posible.
Vicente Pérez Pellejero»
Bruno escribe a su hermana informándole de la carta anterior y para ponerse de acuerdo con las peticiones de Vicente.
Hasta aquí todo era normal en cuanto cabe, pues creía que sus hermanos todavía vivían:
«Fuerte de San Cristóbal
Querida madre, espero que al recibo de estas cuatro letras estén bien. Yo muy bien de salud por el momento. Madre cuídese mucho y vosotros también cuidaros. Y tú, Aurelio, ¿Qué te pasa que no escribes una palabra en la carta? y tú Julia, también y todos los que podáis como Pilarín, el José va a trabajar, bien majo y de Emilio ¿Está bien? ¿Todos estamos bien?
Madre si es que puede mandarme dinero me lo mande por giro postal. El Mateo ya recibió lo que le mandó su mujer y le ha escrito una carta, ya me dirá en que frente está Moisés también los primos Pedro y Changuillo, a ver si van a casa a preguntar por mí y también me dicen si ha venido la Pilar de Zaragoza, y los tíos Pelayo y Paco y demás familia y sin saber que más decirle su hijo que mucho les quiere.
Vicente Pérez Pellejero
Recuerdos para todos los vecinos.»
Días después supo de lo que habían hecho con sus hermanos.
José era todavía muy crío cuando comenzó a trabajar, pero como tantos otros tuvo que hacerlo para ayudar a su madre y hermanas. Trabajó en Calahorra y acompañando a su patrón, uno de tantos, presenció reuniones en la catedral de Calahorra donde preparaban las listas de los que iban a fusilar, incluso los recluían allí y les trataban muy inhumanamente. Y entre ellos estaban algunos de los frailes.
El día 11 asesinan a 5 más y lo intentan con otro
Aniceto Jericó Osés, Jericó, de 56 años de edad, viudo, de IR, con un hijo, trabajaba en la Azucarera de Marcilla.
En las temporadas más fuertes de la remolacha vivía en Marcilla, en una de las casas de la Azucarera que pertenecían a Peralta. Hombre de una pieza, trabajador cien por cien y luchador por conseguir unos salarios más justos para todos los compañeros. Se cuenta que fue un luchador nato por la defensa de la Reforma Agraria y todo lo que fuera en beneficio de los más pobres. El día 11 de septiembre fue fusilado y enterrado en Marcilla.
Esa misma noche asesinaban en Andosilla a: Vicente Bermejo Basarte, Manolo, Manuel Campo Osés, Merdero, Fidel Chaurrondo Echalecu, Echalecu, y Ambrosio Pérez Pellejero, Pellejero.
Por la noche cogieron en un camión a Vicente, Manuel y Ambrosio, que vivían en Peralta. El chófer del camión le pidió a un amigo que le acompañara para descargar harina en Andosilla y no podía hacerlo sólo. Y allí fue sin pensar que en el camión iban los tres vecinos de Peralta y algunos matones, amigos de ambos, junto con otros de Funes.
En los Altos de Andosilla, para el camión y le dice el conductor y asesino: «Tenemos que parar aquí lo primero, pues llevo otra carga que me han pedido los deje aquí». Mientras, esperan a que traigan a Fidel Chaurrondo de Allo para matarle con los otros.
El chófer le invitó al amigo a que saliera, y al saltar del camión vio con estupor lo que estaba sucediendo. Se echó a llorar llamándoles sinvergüenzas, matones, asesinos… y echó a correr despavorido hacia Peralta, sin parar. Jamás volvió a dirigirle la palabra al asesino que le había conducido hasta allí, ni tampoco a su familia.
Venía de familia de derechas, pero ya su padre, Blas García, se había expuesto ayudando en lo que pudo a personas de izquierda, por ser totalmente contrario a lo que sucedía. Era Ricardo García, el fontanero. Cuántas veces hablaba con mi padre de todo aquello.
Ricardo fue protagonista de un suceso por el que algunas personas le creían entre los asesinos. Había un muchacho de Calahorra que bailaba con todas las mozas, lo que molestó a más de cuatro, que le dieron una paliza. Llamaron a Ricardo y le ordenaron que lo sacase del pueblo y lo matase. Cogió al muchacho y lo llevó hasta Calahorra diciéndole: «Procura no volver por el pueblo en mucho tiempo, pues si te ven corremos los dos el mismo peligro de que nos maten».
No hace muchos años que el agredido murió en Calahorra y siempre estuvo agradecido a quien le salvó la vida.
Vicente Bermejo Basarte, Manolo, de 48 años de edad, casado con Julia Huarte, que ya tenía dos hijos, jornalero.
Hombre de una pieza, formal y trabajador, consciente del problema agrícola que todos padecían se hizo de UGT y apoyó las propuestas que se hicieran para un reparto comunal más justo. Su vida era sencilla y familiar, pero ser de izquierda era suficiente para que los caciques se deshicieran de él.
Manuel Campo Osés, Merdero, de 40 años de edad, casado con Dolores Ruete, la Pita. Labrador, tenía dos hijos. Trabajaba sus propias tierras, pero esto no le impidió unirse al resto de peralteses que trabajaron por una Reforma Agraria en toda su extensión, y por la República.
Alejandro Barcos le había expuesto ya su decisión de marchar del pueblo, pero Manuel se resistió por no dejar a sus hijos pequeños y a la mujer solos. Conocemos las vicisitudes sufridas por Alejandro, aunque finalmente salvó la vida, pero días más tarde de tener ésta conversación Manuel fue asesinado con sus otros 3 compañeros en los altos de Peralta.
Fidel Chaurrondo Echalecu, Echalecu, de 39 años de edad, casado con Saturnina Larraiza, la comadrona, con tres hijas.
Era natural de Cirauqui. En cuanto Peralta fue tomado por los 330 voluntarios derechas de Peralta y Funes, les echaron de aquí. Saturnina era natural de Allo y allí se marcharon.
Fidel vendía abonos y en Allo continuó con el mismo trabajo. Su situación era buena, lo que no quitó para que, como secretario del Partido Federal de Acción Republicana (su presidente, Jacinto Manzano Liberal, fue asesinado el día 30 de julio), luchase con tesón por los jornaleros, sobre todo por alcoholeros y azucareros, no dejando a un lado la lucha por la Reforma Agraria.
Ambrosio Pellejero Sarnago, Pellejero, de 37 años de edad, casado con Pilar Orduña, con dos hijos.
Ya habían matado a su hermano Tomás en Milagro el día 12 de agosto, y a tres sobrinos, Aurelio, Emilio y Vicente Pérez Pellejero.
Ambrosio era labrador, con unas pocas tierras propias, pero consciente del mal reparto de la tierra, era de la Junta de UGT. Muy inteligente, supo poner al servicio de los demás su saber para ir alcanzando y los objetivos de la Reforma Agraria, justicia social, etc.
De carácter abierto y comunicador, serio pero agradable en el trato, sus hijos heredaron este carácter y su inteligencia.
Sus restos fueron recogidos el día 27 de mayo de 1978. En ese día se recogieron los restos de Andosilla, Caparroso, Milagro y Tafalla.
Intentan asesinar a Eugenio Campos Villafranca, mi padre
El día 11 de septiembre era día de fiestas en Peralta. Fiestas que ya no disfrutaron muchos peralteses. Mi padre llevaba 3 años de mili y estando para licenciarse llegó la guerra, le tocó en Madrid, el Asalto al Cuartel de la Montaña, estuvo preso del Frente Popular y nos hablaba del trato que les dispensaron, a diferencia de cuando estuvo preso de los nacionales.
Como era republicano se quedó en el Frente Popular como soldado, llegando a sargento y propuesto para teniente terminando la guerra. Le dieron tres días de permiso y vino a Peralta, donde pudo estar poco más de un día y unas horas. Era la primera quincena de septiembre. En cuanto se enteraron de que estaba en el pueblo fueron a por él para cargárselo, pero ya se había marchado. Los matones eran las mismas personas que se llevaron a los asesinados en Andosilla el día 11, amigos de mi padre y de Ricardo García.
Mi abuela, Gertrudis tenía una tienda de ultramarinos donde se vendía de todo, y al lado una carbonería de carbón vegetal. Los matones irrumpieron en la tienda buscando a mi padre, rompiendo todo cuanto tenían a su alcance. Rebuscaron por las habitaciones, armarios, por toda la casa, rompiendo todo.
Entre los matones había algún tramposo que le debía a mi abuela bastante, por lo que le rompieron los libros de cuentas. Se llevaron harina, aceite, bacalao, azúcar y cuanto les vino en gana. Le partieron a mi padre dos violines, con los que tocaba en el baile.
Mi abuela, a pesar de su edad, se encaró con aquellos rufianes, que se la llevaron a la cárcel, le cortaron el pelo al cero y le tuvieron detenida unos cuantos días. Tenía entonces 68 años.
Gloria Villafranca me decía hace ya varios años: «Qué pobrica, ella y la señora Juana, la Simeona, eran las más mayores de las mujeres que les cortaron el pelo, qué pena daban, tan mayores y con el pelo al cero».
Le dejaron sin nada, con mi padre en la guerra y más tarde en campos de concentración, y mis tíos también fuera; mi abuelo ya mayor murió cuando yo tenía dos años. Ella no pudo sobreponerse a todo, a su edad fue un golpe brutal.
Presos del fuerte San Cristóbal firman la libertad entre los días 21 y 23
Ya he comentado que se encontraban presos en San Cristóbal Roque Burdaspar, Guarra, y Vicente Pérez, Pellejero. En la última carta de Vicente a su madre, le dice que le han mandado medallas de los Santos de Calahorra, le da ánimos y pide a las hermanas que la cuiden.
A partir de esta carta del día 19 de septiembre ya no recibieron más y les devolvían las que escribían, por lo que María Pellejero escribe al fuerte San Cristóbal a un tal Eugenio Abizanda, que le responde:
«Pamplona Fuerte de San Cristóbal 18-10-36
Muy distinguida Sra. María:
Me es grato notificarle que con esta fecha su muy atta 12 de octubre y a continuación paso gustosamente a corresponder.
Sra. María, lamento muy vivamente no poderle complacer en su justo deseo de investigación acerca de su hijo Vicente y amigo mío. Es muy poco lo que puedo indicarle y a continuación lo hago.
Con fecha 21-23 del pasado fueron conducidos en compañía de varios compañeros más, según la orden iban desplazados a Logroño y me he entrevistado con el Sr. jefe del servicio de esta prisión y me comunica que nada sabía pero que lo más acertado era que Vd. comunicara con el servicio Militar de Logroño donde son factibles las informaciones y desearía que los datos que obtenga me los manifieste pues probablemente ya tendrán Uds. más que nosotros, pues a pesar de todo no deben alarmarse pues lo lógico es que nada desagradable le haya sucedido.
Agradezco los recuerdos de apreciables hijos y deseo se los vuelva con mis más sinceros afectos.
Aprovecho la oportunidad para despedirme atentamente y ofrecerle incondicionalmente a sus gratas órdenes.
Eugenio Abizanda
Ah, se me olvidaba indicarle que el día que salieron todos se llevaron su correspondiente equipo, así que Vicente su hijo también recogió todo, de no haber sido así yo con sumo gusto recogería su ropa. Adiós.»
Como se puede observar en esta carta de Eugenio Abizanda, les sacaron entre el día 21-23 de septiembre. La familia pudo ver en su día el informe y vieron que el mismo día que su hijo Vicente había salido con el mismo destino Roque Burdaspar, Guarra.
Los trasladaron en un camión militar y pasaron por Peralta, iban los dos, Vicente y Roque. Da la casualidad que el camión paró delante de la Fonda de Juanito Asín, Pelos, y bajaba una mujer por la carretera en el momento que levantaron la lona del camión y la mujer reconoció a Roque: «¡Es Roque Guarra, es Roque Guarra!», repetía a quienes cruzaban la carretera.
Se los llevaron hacia Logroño, concretamente en la Barranca fueron asesinándoles. Si bien Roque no llegó, pues lo mataron en Peralta.
¿Qué tuvo que ser para aquella madre, que en el plazo de quince días le llevaron a tres hijos para matarlos?
No me extraña que José, el hermano, llorara recordando a su madre. Ella recibió como tantas otras madres, una puñalada triple en el corazón.
En la Barranca están enterrados más de dos mil asesinados en La Rioja, bastantes de ellos navarros.
Roque Burdaspar Bermejo, Guarra, tenía 27 años de edad, hijo de José y Eusebia, soltero, miembro de UGT igual que su hermano Carlos, asesinado un mes antes en Milagro, con idénticos ideales, apoyó la Reforma Agraria. De temperamento alegre hacía que la vida fuera más alegre a cuantos con él convivían.
En el camión donde lo trasladaron iban los matones de Peralta, que al llegar a los Altos les abrieron la lona del camión diciéndoles: «No queríais tierra, pues ahí la tenéis toda». A Roque lo bajaron en la Castellana y allí mismo lo mataron. Esto, lo divulgaron por el pueblo los mismos matones y pocos días más tarde los pastores encontraron el cuerpo de Roque.
Pudieron encontrarlo porque le habían dejado un brazo al descubierto, viéndosele la camisa; algún perro le había comido la mano. Echaron más tierra encima y lo cubrieron. Por desgracia, en 1978 ya no vivían estos pastores y nunca supimos el lugar exacto.
Aunque se pensó que pudiera estar en la Barranca, una persona responsable del Monumento de la Memoria en Lardero comprobó si Roque figuraba en las listas detalladas que tienen, pero nada había de él. Luego hemos de pensar que cuanto nos dijeron los mayores era cierto, y que a Roque le tenemos en algún lugar de los Altos de Peralta.
Búsqueda en la Sierra de Peralta
Varios testimonios, como los de mi tío Nicolás, tras volver al pueblo, de mi madre, de Zósimo Medrano, Zorrilla, de Funes (músico de la Banda de Peralta que muchos hemos conocido) y otras personas más de Peralta pudieron ver en la sierra de Peralta gran cantidad de boinas ensangrentadas. El suelo estaba removido porque habían enterrado a varias decenas de personas de Calahorra, Alfaro, Milagro, San Adrián, Cárcar, Andosilla y otros pueblos.
Cuando se intentó sacar aquellos restos, un grupo de Funes y Peralta ayudaron dando a conocer lo que sabían. Si bien hubo un gran grupo de Alfaro que no se logró localizar.
Ocurría que uno de Funes, que dio bastante información, resultó ser uno de quienes habían hecho aquella escabechina. Nos lo contó un joven de Funes, al que le pedimos que mientras durase la búsqueda no dijese nada, para evitar enfrentamientos y tratar de sacarle la mayor información para recuperar al máximo de cuerpos.
Como no salían llamé a Zósimo que nos dijo que la tierra removida estaba a unos 30 metros de la carretera, hacia la izquierda de donde estábamos, pero el otro insistió en que estaban más hacia la carretera, y allí se abrió nuevamente. Pero zanja tras zanja sin salir nada, los de Alfaro lo dieron por perdido.
Algunos de Alfaro habían comenzado a dudar de las intenciones del informante, y aunque sabía lo que había, yo trataba de calmar los ánimos tratando de conseguir más información. Pero ante la falta de resultados, con un trabajo duro y costoso económicamente, el ambiente se caldeó hasta el punto de que le increparon, dándose por aludido. A partir de aquel momento ninguna de sus informaciones dieron resultado, dudando todos de sus intenciones.
Los de Peralta estaban convencidos de que había muchos más, pues habían visto boinas ensangrentadas por todo el terreno de Moratiel, Castellana, Vallacuera por la parte de atrás hacia la Sierra y sus contornos, cerca de la carretera y bastante más adentro, y así fue como fuimos sacando varios grupos.
El mes de septiembre de 1936 no fue tan sangriento como el mes de agosto, pero aún así fueron 13 personas las que asesinaron.
Operación retorno. Los fusilados de Peralta. La vuelta a casa (1936 – 1978)